Desde el momento que vi The Batman (2022) en el cine, interpreté casi inmediatamente la película entera como una analogía del cristianismo. No estoy seguro si me ambientó la primera secuencia de la película donde suena una angelical interpretación de Ave María o si mis antecedentes religiosos tuvieron algo que ver con una sesgada visión de la película. Sean ustedes mismos los jueces de ello y díganme qué opinan de la —probable— insensatez que estoy por mostrarles.
Está de más decir que esta entrada puede contener spoilers, así que si aún no han visto la película y la quieren ver sin ningún prejuicio, dejen de leer ahora.
Narrada como una epístola desde la perspectiva del propio Bruno Díaz, desde el inicio se describe a sí mismo diciendo que, más que ser un superhéroe —como un dios omnipotente y omnipresente— se nos presenta como lo que realmente es: una persona que no puede estar en todos lados. Nos dice también que la batiseñal no sólo sirve como una llamada a él, sino como una advertencia para todos los «malandros» que andan asaltando tiendas de conveniencia o vandalizando los pilares grecorromanos de un banco (basadísimo por cierto).
Como Batman es un hombre y no puede estar en todos lados, las historias que se han difundido sobre él generan más miedo que él mismo. En la película se nos muestra cómo los delincuentes después de ver la batiseñal en el cielo empiezan a temerle a la oscuridad porque «Creen que me escondo en las sombras. Pero yo soy las sombras». Vaya frase…
Pero a ver, ¿de dónde saco yo lo del cristianismo? Me parece que los símbolos funcionan en dos niveles: desde el personaje de Bruno y desde la historia en general. Empecemos con la historia. En este epístola/whodunit/novela policiaca se nos cuenta la historia de una Ciudad Gótica corrompida cual país latinoamericano. El narcomenudeo, la infiltración del crimen organizado en el sistema judicial y el gobierno en general (¿les suena parecido?) dan un fondo inquietante a la trama. El asesino en serie (el elemento de la idiosincracia gringa) que va persiguiendo a todos los corruptos nace de lo que los neoconservadores llaman «resentimiento social», pero que a algunos nos parece más bien un malestar generalizado en las clases desposeídas. En este caso, un niño huérfano, víctima del decadente sistema de ayuda social de la ciudad.
Tenemos entonces la tormenta perfecta para que un héroe sea el símbolo de esperanza y de salvación para los habitantes de Ciudad Gótica. Pero pasa todo lo contrario por lo que nos cuenta Bruno: él es la sombra. Él quiere dar miedo. Incluso cuando salva al transeúnte que atacan en la estación de metro el transeúnte le tiene miedo y le pide que no le haga daño. Tiene sentido, un tipo con unas tremendas Dr. Martens de plataforma, una máscara de murciélago y una capa, que acaba de noquear a seis tipos no nos generaría mucha confianza. No es el héroe que ellos estaban esperando.
Es aquí donde veo que hay una similitud con lo que ocurrió con Jesús. No en el atuendo o las habilidades de combate, sino en el hecho de que Jesús no era el Mesías que el pueblo hebreo esperaba. La gran diferencia es que Bruno no tenía tantas personas que lo siguieran y que se identificaran con su accionar. Pero eso no es lo importante aquí, sino que los contextos de las historias eran similares. El pueblo judío esperaba un Mesías que los liberara de las manos del Imperio de turno. Jesús era un hombre y —como el canon religioso nos lo revela— no vino para eso. Era un hombre que por sí solo no podía estar en todos lados, no era omnipotente, no podía enfrentarse al Imperio Romano. Lo mismo le ocurre a Bruno en Ciudad Gótica. La corrupción está tan enraizada que son muy pocas las personas en quienes puede confiar.
Pero pasemos ahora al nivel del personaje con esta disparatada analogía que me ha atormentado desde el año pasado. A lo largo de la película se nos mostró al Batman de esa primera narración: soy oscuridad, soy miedo, soy venganza. Incluso después de que atrapan al Acertijo, Batman sigue siendo esa siniestra figura que suelta puñetazos a diestra y siniestra. No obstante, le llega su momento de epifanía y se da cuenta que el miedo no siempre funciona y que lo que la gente de Ciudad Gótica necesita no es miedo. No es sino hasta el final de la película, cuando salva a Selina y que lo tienen que detener para que no mate al seguidor del Acertijo que se da cuenta que ha venido haciendo todo de la manera equivocada. Cuando el fanático le repite su frase «soy venganza».
Esta frase lo despierta de repente y es ahí cuando se empieza a inundar el estadio donde estaban. Él se tira al agua y se sumerge completamente. Cuando sale del agua enciende una bengala para iluminar el suelo inundándose y se mueve a ayudar a las personas que están atrapadas. Naturalmente, cuando él les extiende la mano para ayudarlwes, ellos se asustan y son renuentes a ir con él. La única persona que toma la iniciativa y confía en Batman es el hijo del alcalde asesinado en la primera secuencia de la película. Esto tiene más que ver —creo yo— con el hecho de que Bruno se pudo identificar con el niño porque perdió a sus padres a una tempranísima edad. No obstante, yo no pude evitar ver todo lo que estoy por describirles.
Toda esta secuencia fue la que detonó esta locura del cristianismo. Cuando Batman cae al agua y sale con una bengala, con la intención de ayudar en lugar de vengar, lo entendí como un bautismo. El agua, entra siendo uno y sale siendo otro. Sobre todo, sale —literalmente— siendo ya no una sombra, sino una luz; guiando el camino con la bengala roja. Y que haya sido un niño el primero en acercársele y no tenerle miedo me recordó, inevitablemente, a Jesús (Mateo 19:14).
Como les dije al inicio, quizá esté forzando mucho esta interpretación. Pero, ey, somos un producto de nuestras circunstancias y yo crecí bajo la instrucción cristiana y el inminente castigo eterno en el infierno. No puedo escapar. Quizá se pudo haber hecho un análisis mucho más secular desde la ideología, la (des)esperanza, la mitología del héroe, un análisis de la lucha de clases, o cualquier otra interpretación más intelectual. Pero esto es lo que vi y esto fue lo que se quedó conmigo.
Aunque quizá tan lejos de la interpretación no esté. Wisecrack, un canal de YouTube bastante bueno, hizo también una interprestación de la película desde una óptica cristiana. Les dejo el enlace por si quieren ver ese video también. Pero ahí se concentran más en la cuestión moral de Batman, lo que mencioné hace poco: ya no quiere ser venganza porque se dio cuenta que los francotiradores en el estadio compartían la misma visión pervertida de la justicia. Y eso no era lo que Ciudad Gótica necesitaba. Ellos lo interpretan como una nueva justicia que quiere Batman, yo lo vi únicamente como solidaridad.
La preocupación central del video, sin embargo, tiene más que ver con la verdad y la mentira como un paralelismo entre la luz y la oscuridad que también tomé yo como elementos para la alegoría del bautismo. El video sostiene que las mentiras nobles pueden servir para mantener una sociedad a flote, pero que la justificación de esas mentiras no suele ser siempre suficiente.
Pero regresando a la interpretación religiosa, en el video de Wisecrak, ellos comparan al Acertijo con una versión del Dios del Antiguo Testamento, que estaba dispuesto a hacer sacrificios por el mejoramiento moral de la humanidad. Batman vendría a ser más como Jesús, el Dios del Nuevo Testamento que viene a redimir a la humanidad y a darles esperanza de un nuevo amanecer.