Esta obra de Picasso es quizá una de las más famosas por la polémica que causó. Slavoj Zizek, a través de una anécdota, nos ayuda a explicarnos el porqué:
[…] un oficial alemán visitó a Picasso en su estudio de París durante la Segunda Guerra Mundial. Allí vio el Guernica y, sorprendido por el «caos» vanguardista del cuadro, preguntó a Picasso: «¿Esto lo ha hecho usted?». A lo que Picasso le respondió: «¡No, ustedes lo hicieron!».
Además de la sutil referencia que sugiere que los militares —y militares fascistas— tienen muy poco interés por el conocimiento cultural (ESTUDIAR, APRENDER PARA CHEPO NUNCA SER), la anécdota es genial porque hace énfasis en algo que muchas personas, al día de hoy, son renuentes en reconocer: las condiciones externas a nosotros, querámoslo o no, tienen un efecto en nuestras acciones. En otras palabras, el pobre no es pobre porque quiere ser pobre. Pero no vengo a hablar de economía ni política hoy. Bueno, no mucho.
Quiero hablar hoy sobre la famosísima y gastadísima cultura de consumo. Se me ocurrió escribir sobre esto porque, ahora con el encierro, nos hemos tenido que enfrentar a nuestros lugares de habitación por períodos más largos de lo habitual. Nos ponemos a ordenar nuestros cuartos, nuestros armarios, nuestra casa entera incluso y puede ser que nos enfrentemos a un hastío al chuncherío que tenemos. Mi mamá ha sido una víctima de tal hastío. La abrumadora cantidad de cosas que hay en toda la casa le impresionó y parece que se llegó a dar cuenta de todo lo que ha guardado a lo largo de los años y todo gracias al encierro. Encontró su tesis de grado guardada por ahí, un millón de papeles de antiguos empleos, encontramos fotos viejas de mis hermanos mayores y un sinfín de cosas más.
Pero además de eso, encontramos muchas cosas que compró y que su uso fue limitado a unas pocas veces. Se ha preguntado si mejor solo regala esas cosas o si se esfuerza en venderlas, porque ya no las va a usar. ¿Es culpa de ella haber comprado y acumulado tantas cosas a lo largo de los años? Ciertamente, no. Desde antes que ella naciera, los hombres que trabajaban en publicidad se empecinaron en crear necesidades que no son realmente necesidades para los consumidores. Son décadas tras décadas de un proyecto enorme por lucrar a las empresas para quienes crean anuncios —y sobre todo necesidades innecesarias— y lucrarse así, ellos también. No le voy a echar la culpa al capitalismo en esta ocasión, aunque debería hacerlo. El problema más inmediato está en las agencias publicitarias y sus papeles en el mercado moderno.
¿Son estas personas malas por hacer que compremos para satisfacer necesidades que ellos mismos nos han creado? No, yo no lo creo. Ellos también tienen familias que alimentar o ambiciones y deseos que buscan alcanzar. Sin embargo, el problema es que nos hemos tragado las necesidades creadas y hemos llenado nuestros espacios más sagrados con basura que no necesitamos realmente. ¿Qué tiene que ver esto con el Guernica o con la infame frase de «el pobre es pobre porque quiere»?. Bueno, iniciemos con el Guernica.
En la anécdota relatada por Zizek, Picasso le responde al soldado alemán de la mejor manera. Picasso, evidentemente hizo el cuadro, por una razón estaba en su estudio. La pregunta del fascista era algo estúpida desde un inicio. Claro que la hizo Pablo. El sarcasmo en la respuesta de Picasso parece tener un doble sentido. El primero es la obviedad de que la hizo él. Pero en el segundo hay una verdad universal, y es que nuestras condiciones históricas, políticas y culturales nos determinan y determinan nuestras acciones. Peor aún es para los artistas, determinan sus creaciones. Seguramente, Picasso no hubiera creado el Guernica de no ser por las atrocidades de las dos guerras a principios del siglo XX.
Al responderle que no lo había hecho él, sino ellos, Picasso expresa esa verdad universal. El caos vanguardista de una obra incomprensible para su tiempo, la fealdad de la obra y el auge del cubismo son un producto de su época. Su valor no vendría a ser descubierto sino hasta décadas posteriores, pero esto ya es cuestión distinta al tema de esta pieza. Lo mismo ocurre con la lastimosa frase que subtitula esta entrada. Cuando la gente dice que el pobre es pobre porque quiere, parece insinuar que si «el pobre» decide que ya no va a ser pobre, si se esfuerza y va a buscar trabajo, puede salir de su pobreza. Ojalá fuera así de sencillo. Las personas que viven en esta suerte de miseria, no pueden ver más allá de su horizonte. Sus condiciones económicas y sociales les impiden hacerlo.
Las causas de estas condiciones son muchísimas en su complejidad, y tampoco es este el tema a tratar ahora. Lo que quiero rescatar es el problema de aquellos que son renuentes a reconocer que no fue Picasso el que hizo el Guernica y que el pobre no es pobre porque quiere. Ojalá las cosas fueran así de sencillas, pero no lo son. Y no es una cuestión determinista tampoco, no hay un destino que nos conduce por la vida en el sentido de un héroe griego supeditado a la voluntad del Olimpo. Es una determinación más «pequeña» por decirlo de alguna manera. Son condiciones muy difíciles de superar de la noche a la mañana, y aún más difíciles de superar si no estamos conscientes de que esas condiciones existen.
Además de «los pobres» que se ven supeditados a sus condiciones, los ricos y los de clase media también están supeditados a condiciones un tanto distintas. Escapar de esta cultura de consumo parece ser difícil. Traten de cortar de un día para otro su uso de Whatsapp completamente. Aquellos que tienen un negocio y utilizan Whatsapp para poder vender saben que es una herramienta sumamente útil para trabajar. He ahí el problema que no es tan visible porque ya estamos acostumbrados a vivir así: así como «el pobre» no puede ver más allá de su horizonte, a nosotros también nos cuesta hacerlo. Y ver más allá del horizonte no consiste sólo en preguntarse en una tienda cualquiera: «¿Realmente necesito esto?». El problema es que nos tenemos que hacer esa pregunta para no comprar las cosas. ¿Cuántas de las cosas que ustedes tienen amontonadas en sus cuartos realmente necesitan? Probablemente ni la mitad.
Ahora, no vengo a convencerlos de que se conviertan en minimalistas o que tiren todas sus cosas porque somos esclavos del capitalismo y el consumo habitual nos tiene en un estado de hastío continuo. Si ustedes lo quieren hacer, y encuentran la voluntad y las fuerzas para hacerlo, bueno. Pero no es ese el punto. Botar todas nuestras cosas, o regalarlas o lo que sea no van a solucionar el problema que aquí he tratado de exponer. Apagar sus notificaciones de facebook o conseguirse un teléfono no-inteligente tampoco son las soluciones al problema. ¿Y cuál es, entonces la solución al problema? Pues no sé… me disculparán por el pesimismo pero honestamente, quizá no haya solución ni vuelta atrás.