El juego del calamar: deseo, justicia e igualdad
ALERTA DE SPOILER
Si no han visto El Juego del Calamar y tienen planeado verla, les recomiendo que no lean esta entrada.
No es sorprendente que El Juego del Calamar haya tenido tanto éxito en las pocas semanas después de su lanzamiento en Netflix. Además del efecto catártico que le pertenece a todos los episodios —exceptuando, quizá, el último—, tiene el mismo sentir anti-capitalista de la colosal Parasitos de Bong Joon-Ho. Sin lugar a duda, hay muchas referencias filosóficas en la serie, tanto explícitas como implícitas. Lleva a su audiencia a cuestionarse la igualdad, un sistema económico depredador, el valor del dinero y el valor de la vida.
Para quienes no han visto la serie, y no tienen el mayor interés de verla, les hago una breve sinopsis. En Corea del Sur, Seong Gi-Hun, un padre inmerso en deuda y que quiere tomar atajos para acumular riqueza se ve en una situación límite cuando su hija se va para los Estados Unidos con su mamá y padrastro. Seong Gi-Hun, desesperado por ganar dinero se encuentra a un extraño en el metro y él le ofrece jugar un juego y cada vez que gane, el desconocido le dará 100,000 wones. Como Seong Gi-Hun no tiene dinero, paga con su cuerpo: el extraño le pega una cachetada cada vez que pierde. Pero cada vez que gana, Seong Gi-Hun recibe 100,000 wones. Al finalizar el juego, el extraño le da una tarjeta de presentación a Seong para que contacte al número ahí escrito, donde podrá jugar más juegos para ganar aún más dinero. Seong llama al número y cuando llega a los juegos, se da cuenta que si pierde un juego es asesinado por los organizadores. Al final habrá un solo ganador que se llevará el gran premio de 45,600 millones de wones. 45,600 millones, porque hay 456 jugadores y cada uno de ellos tiene el valor neto de 100,000,000 wones. Cuando un jugador muere se agregan 100,000,000 de wones a una alcancía.
En caunto a las referencias filosóficas, quisiera empezar con una de las que no aparece explícitamente en la serie y quizá la relación que hago es demasiado descabellada para el contenido de la serie. Pero bueno, ya se me metió a la cabeza y ahora sólo escribiéndolo se me va a salir. Un filósofo estadounidense llamado John Rawls (el señor de la derecha en la foto de arriba) escribió uno de los libros más conocidos en la filosofía política y en la ética llamado Teoría de la justicia. Aquí, Rawls establece la teoría de la justicia como equidad y utiliza un experimento artificial para ilustrarnos cómo podemos hacer leyes efectivamente justas. Comúnmente se le conoce por el nombre en inglés Veil of ignorance: el velo de la ignorancia.
Este recurso de Rawls ha sido objetado muchas veces, pero en esta ocasión sigámosle la corriente para entender cómo se relaciona con la serie. El velo de la ignorancia, según Rawls, sirve para poner en una «posición original» a las personas que van a decidir cuáles serán las leyes más justas. Es decir, el velo de la ignorancia hace que las personas ignoren todos sus valores e ideologías políticas, desconocen de su género o sexo, orientación sexual, de su religión, de su clase social; desconocen de toda cosa que les pueda sesgar en su decisión como legislador(a).
Pongamos un ejemplo: un hombre blanco heterosexual se ve favorecido en casi todas las situaciones legales y extralegales. Pero si este hombre blanco heterosexual se posiciona detrás del velo de la ignorancia y desconoce de su orientación sexual, de su color de piel, de su clase social y de todo lo que le favorece, el hombre se pondría en los zapatos de los más desfavorecidos y crearía leyes justas que no perjudiquen a nadie porque él mismo puede ser de los perjudicados.
Después de haber leído y entendido la explicación simplificada de esta posición original detrás del velo de la ignorancia, pueden ver por qué el experimento es problemático —aún como un experimento artificial— pero la objeción que se relaciona con El juego del calamar es que esta posición original que pareciera ser igualdad es realmente un acto de autosalvación, un acto egoísta. Hay un breve momento de empatía donde la persona (nuestro hombre blanco heterosexual) se pone en los zapatos de una persona que podría ser perjudicada por leyes injustas.
Sin embargo, sólo crea leyes justas que no perjudiquen a nadie porque él mismo puede sufrir las consecuencias de leyes injustas y no quiere sufrirlas. Claro, todo esto es hipotético y las posibilidades de que esto suceda son imposibles, pero las posibilidades dentro del experimento son infinitas: la persona puede resultar realmente empática y crea leyes justas porque es «lo mejor para todos».
En el cuarto episodio, al incio, cuando Jang Deok-su mata a otro jugador, se dan cuenta de que al morir fuera de los juegos, el dinero de ese jugador siempre se acumula en la alcancía. A partir de esto, vemos que el interés particular de una persona (violenta) puede ponerse por encima del de los demás. Claro, el juego estaba diseñado para que solo uno ganara y cada uno al final vela por su propio interés, mientras que al inicio se formaron grupos para poder avanzar. Lo interesante es que al entrar al juego, todos entraban en una posición de igualdad, similar a la posición original de Rawls donde todos entraban como iguales y las decisiones que toman son para el beneficio de todos y no sólo de uno. Es aún más similar en cuanto a las deficiencias del experimento, porque como sabemos, dentro del juego hay algunos más astutos que otros, otros más inteligentes, otros más fuertes, otros más violentos, otros más sabios. Y no pueden dejar atrás esta vida pasada, del mundo de afuera.
Esta posición de igualdad no es tan igual porque cada persona dentro del juego viene de contextos distintos, hay gente que ha caído en deudas que no pueden saldar a pesar de haber sido exitosa, hay gente que ha vivido en la pobreza su vida entera, hay gente que había recién salido de la cárcel y no tenía nada más a que aspirar… El «todos somos iguales aquí dentro» es cierto sólo en cuanto que todos estaban dispuestos a ser denigrados públicamente y, encima de eso, a ser lastimados por 100,000 wones (unos 83, casi 84 dólares estadounidenses; un poco más de 2,000 lempiras). Todos estaban desesperados por acumular riqueza fácilmente porque no había posibilidad de hacerlo de modo legal o legítimo. Lo cual, nos lleva al otro filósofo que me soprendió encontrar explícitamente en la serie: Jacques Lacan.
Bueno, para algunos quizá Jacques Lacan no sea un filósofo. Generalmente, se le conoce por su trabajo en la psiquiatría, particularmente en el psicoanálisis. Sin embargo, su trabajo ha influenciado a la filosofía y a los filósofos de una manera extraordinaria y, por tanto, a mí me es difícil decir que el hombre no fue un filósofo. En fin, como pueden ver en la foto de arriba, aparece su libro Teoría del deseo en el segundo episodio, cuando el policía buscaba a su hermano en el apartamento abandonado. La teoría del deseo de Lacan es muy interesante y provocativa.
Sostiene que el deseo no es igual al placer; es más, es lo contrario, lo completamente opuesto al placer. Cuando hacemos algo por placer —como leer una novela, comernos un pedazo de pastel o sentarnos a ver una serie donde más de 455 personas mueren por el fin de entretener a hombres viejos, ricos y blancos— lo disfrutamos. El deseo, para Lacan, es renunciar al placer que algo me puede traer, renunciar a él para poder obtener aquello que deseo.
Lo vemos claramente en la serie, y gira en torno a ello: las personas ponen en riesgo sus vidas y renuncian al placer de jugar los juegos de su infancia; renuncian a ellos porque desean obtener el dinero que les prometen los organizadores del juego. «Bueno pero esa es decisión libre de ellos» pueden decirme ustedes. La verdad es que no. ¿Por qué no? Según Lacan y algunos académicos lacanianos —el infame Slavoj Zizek es uno de ellos—, cualquiera que escoja el deseo por encima del placer está «muerto simbólicamente».
Esta es una categoría que Zizek ha trabajado bastante para hacer referencia a la mortificación simbólica, que significa que los que mueren simbólicamente ya no pertenecen a un orden simbólico. Ya no les queda nada más por hacer afuera del juego, no pueden ganar el dinero necesario para vivir por medio de un empleo o de manera legal y se someten al deseo de los 45 mil millones de wones. Arriesgan su vida y renuncian al placer y así se conducen a la muerte orgánica o a la victoria del deseo.Esta noción se encuadra muy bien en la tradición psicoanalítica de la pulsión mortal y pulsión vital (tanatos y eros, respectivamente). Pero Lacan y sus seguidores rompen con este esquema de pulsiones, y juega con esta muerte simbólica para hacernos ver que hay muertes que no son la muerte orgánica de los cuerpos vivientes, y que son exclusivas a los entes simbólicos.
¿Cómo morimos simbólicamente? Lo que la serie insinúa es que todas esas personas ya no tenían nada más que perder, excepto su vida. Hasta los queques de deudas, amenazados a muerte, perseguidos, historiales criminales que atormentan la vida entera… ustedes escojan. Al principio mencioné que hay un sentir anti-capitalista en la serie, así como en Parásitos y creo que eso tiene que ver con esta muerte simbólica lacaniana: los que se sometieron al juego estaban tan desesperados por conseguir dinero, por acumular riqueza, y decidieron poner su deseo por encima de vivir una vida con placeres ínfimos.
Y no, definitivamente no es una serie con inuendos marxistas o comunistas, mucho menos. El imperante egoísmo e individualismo están presente en casi todos los momentos, sobre todo en el episodio cuando Ali muere después de que Cho Sang-woo le roba todos los maules. Pero este mismo egoísmo e individualismo hacen referencia al modo de operar en el modelo económico capitalista, donde se salva quien puede y quien puede es quien tiene los recursos económicos y el poder para subyugar a otros a que trabajen por él.
El individualismo ganó, así lo quisiera Seong Gi-Hun o no. Cuando Cho Sang-Woo se clava la daga y se suicida, imperó el deseo de ambos: Sang-Woo iba a morir en la miseria o en una cárcel afuera si perdía y ya no podía ganar el juego, entonces se mata. Seong Gi-Hun gana y su deseo triunfó, pero como era un deseo no pudo disfrutar del placer que el dinero pudo traerle. Más allá de todas las personas que murieron en el juego, más allá de que su madre muriera mientras él estaba en el juego y más allá de que su amigo de la infancia decidiera morir en lugar de enfrentar al poder judicial, no pudo disfrutar el dinero porque no se puede disfrutar lo que se desea.