Renuente a comprar, en la librería más cercana a mi casa, siempre pasaba por la sección donde tienen una gran oferta de libros de la editorial Debolsillo y miraba de reojo los de José Saramago. Recordaba su nombre por una de mis clases de Español en el colegio, particularmente por un fragmento de su obra Ensayo sobre la ceguera. Por el título asumí que era un ensayo (lógico). Pero al momento de esforzarme por recordar qué contenía aquel pequeño fragmento que había leído hace años, no podía recordar una tan sola cosa.
Después de frecuentar tanto a la librería, decidí comprarlo y leerlo. A pesar de la exhaustiva sintaxis, que carece de la adecuada puntuación, debo admitir que quedé fascinado por la premisa de la novela. Esto me condujo a buscar muchos otros títulos de Saramago. Por el título de esta entrada, podrán imaginarse hacia donde se dirige esto. Saramago es tan genial que logra hacer que el viaje de un elefante de Portugal a Austria pase de ser un evento histórico sin mayor trascendencia a una novela hermosa que te hace simpatizar hasta con la monarquía (cosa impensable para nosotrxs lxs anarquistas).
La última novela que tuve la oportunidad de leer fue El hombre duplicado, que trata sobre un maestro de historia en un colegio que, después de ver una película que un compañero de trabajo le recomendó, se da cuenta de que uno de los actores secundarios es idéntico a él. Se obsesiona con este actor porque la semejanza es increíble y decide alquilar todas las películas en las que él ha trabajado con el objetivo de encontrarlo en persona. Como podrán ver, las premisas de las historias suenan un poco sencillas y —algunos podrían criticar— absurdas. Sin embargo, el encanto de Saramago —como el de todos los buenos escritores— no está en las historias que cuenta, sino en cómo las cuenta. La genialidad de este autor portugués es, en mi opinión, incomparable.
De las pocas obras que he leído de Saramago no ha habido una que no me haya encantado. Y es que logra hacer que una breve reflexión de sentido común se vuelva en una conversación que un hombre tiene con El Sentido Común. Logra hacer que en un país dejen de morir las personas y que los primeros en ocuparse del asunto sean los que siempre han sido considerados los más inútiles en la academia: los filósofos. Logra hacer que la ceguera se convierta en lucidez en un país donde hace muchos años todos se habían quedado sin ver, mas ahora todxs pueden ver claramente que no vale la pena votar por un tan solo partido en el obsoleto sistema electoral. Logra hacer que Jesús de Nazaret nos presente su evangelio: humano y precaminoso; herético, para la Iglesia. Logra hacer que la muerte se enamore de un violonchelista y deje su ocupación de llevarse, día tras día, a lxs desdichadxs.
Esta entrada, más que una reseña del autor en cuestión, es una invitación a ustedes que les gusta leer(me, espero yo), para que le den una oportunidad a este infravaloradísimo autor. Por cierto, ganó el Premio Nobel en el 98; pero eso es lo de menos.