Quisiera comenzar aclarando los dos términos centrales de esta entrada: ostracismo y funa. A mi parecer, vienen siendo casi lo mismo. El diccionario de la lengua española nos dice que ostracismo significa «apartamiento de cualquier responsabilidad o función política o social» y también alude a la práctica «entre los antiguos atenienses, destierro político». Esta fue la razón por la cual Sócrates muere, después de su juicio se le dio la opción del ostracismo o morir. El ostracismo ya no se practica como lo hacían los griegos, donde había un mecanismo jurídico bajo el cual se expulsaba al ciudadano de su ciudad. Aunque la iglesia católica sigue excomulgando.
Por otro lado, la funa se ha convertido a la vez en un chiste y en un temor de algunas personas activas en redes sociales. Ahora pensamos dos veces antes de hacer, decir o publicar algo que estimamos cuestionable por el miedo a ser funados. Desempeña la misma función social —y política, argumentaría yo— que el ostracismo. Sólo que ahora se hace en un espacio distinto y mucho más global… Las denuncias y las humillaciones a personas que van en contra de cierta moral son evidenciadas públicamente por los que se enmarcan en la moral mancillada en cuestión. La reclusión de las personas funadas es —imagino yo— similar a lo que ocurría con el ostracismo en Atenas.
La función central de la funa es castigar: castigar a alguien que se ha alejado de nuestros valores, que se ha comportado de un modo que no nos ha agradado, etc. ¿Y cómo la castigamos? Alejándole de su círculo de amistades, convirtiéndola en una paria, haciendo pública su falta, tratar de avergonzarle. A muchas personas puede darles igual si terminan funadas o no, pero en mi experiencia he escuchado muchas veces comentarios que aluden a ese miedo en expresiones como «Uy, no. Me pueden funar».
El internet ha facilitado miles de cosas, una de ellas ha sido masificar y divulgar en segundos información de diversa índole. La funa ha sido otra de estas facilidades que el internet ha traído. La denuncia y la acusación pública son cada vez más frecuentes y son dirigidas a todo tipo de personas: renombrados comediantes, ejecutivos de la industria cinematográfica del Nuevo Imperio, ejecutivos de reconocidas empresas, profesores y académicos respetados, comerciantes fraudulentos en internet, amistades, parejas e, incluso, a completos desconocidos.
Recientemente se dio el caso de una chica que maltrataba animales y fue «expuesta» en Twitter por varias personas. Ella tuvo una respuesta atípica a lo que usualmente acostumbramos a ver: hacía chistes sobre la violencia que cometía, divulgaba aún más contenido sobre ello y parecía no importarle lo que los demás pensasen de ella. Usualmente los funados guardan silencio y no se hunden con el barco. Abandonan las redes sociales y eso es todo. Esto nos lleva a un importante dilema y un problema de la funa.
¿Qué hubiese pasado si esta chica no hubiera sido expuesta, denunciada y funada? Quizá no nos hubiéramos dado cuenta de las atrocidades que cometía y hubiera seguido haciéndolas. Pero a pesar de haber sido funada, ella seguía riéndose de lo que había hecho y seguramente seguía haciéndolo. Se le dio una plataforma a la chica, sus quince minutos de fama y —como toda tendencia en Twitter— desvaneció en los días subsiguientes.
Mi intuición es que la funa se ha popularizado gracias al desencanto con el sistema judicial en la mayoría de los contextos sociopolíticos. La impotencia de ir a denunciar a un abusador de animales, a un acosador/abusador sexual, etc. y que el caso sea desestimado y la persona salga libre nos ha conducido a esta denuncia en redes sociales como una forma muy degradada de justicia. Muchas veces el proceso se hace al revés, primero se denuncia en redes sociales, se viraliza y —en rarísimas ocasiones— las instancias jurídicas proceden de oficio a procesar a la persona denunciada.
En esto debemos darle al César lo que es del César y a la funa lo que es de la funa: la evidencia que permiten documentar y archivar es valiosísima. Sin embargo, la mayoría de las veces se pierde en la sobreestimulación del internet.
Ahora bien, esto último ha sido sobre los casos más «severos» donde las personas que cometen actos cuestionables pueden ser procesados con base en las leyes del contexto jurídico en cuestión. ¿Pero qué ocurre con esas funas entre amistades y parejas? No es extraño que después de una pelea entre amigos o parejas se recurra a la funa para —este soy yo asumiendo— humillarle, alejarle del círculo de amistades, sentir aquella misma justicia degradada que mencioné anteriormente o, quizá simplemente, porque no sabemos cómo lidiar con nuestras emociones cuando alguien que nos ama nos lastima. No creo que haya alguien exento de esta culpa, sé que yo no lo estoy. Pero a esto es a lo que quiero llegar…
Se nos exige una conducta impecable, intachable e inmaculada. Pero es imposible que seamos perfectos. Sé que suena a una frase trillada, pero es así. Con la constante observación de nuestros seguidores sentimos esa incumplible responsabilidad de ser siempre buenos y de no equivocarnos nunca. Aquí les va otra frase trillada: al errar, aprendemos (perdón, no estoy intentando ser Paulo Coelho, pero no tengo otro modo de expresar estas ideas). Puede ser que aspiremos a la perfección y que nuestra tendencia a la actualización nos conduzca a ser mejores personas. Pero suele suceder que aprendemos más de un error que de una buena acción.
¿Cómo esperamos aprender si no nos permitimos errar? Ya sé, estamos hablando de relaciones interpersonales y deberíamos tener más cuidado. Estoy completamente de acuerdo. Reconozco que hay gente malintencionada entre nosotros que sí busca dañar a otras personas. Sin embargo, quiero creer que la mayoría de nosotros sólo nos equivocamos, llámenme optimista o ingenuo. No tenemos una ciencia exacta para predecir el futuro, no hay una metodología de la predicción precisa. La mayoría de las veces creemos hacer algo porque es lo correcto y lo que no dañará a nadie, pero no somos infalibles.
Esta tendencia moralista a buscar personas intachables y perfectas nos ha condicionado a pensar dos veces antes de decir algo que pensamos. En parte esto es algo bueno, porque hay —aunque sea— un breve momento de reflexión sobre nuestro sentipensar. Esta reflexión va a girar en torno a la moral dominante del momento, claro. Si estamos en un círculo con personas cristianas, nuestras acciones van a estar enmarcadas en la moral cristiana y así sucesivamente con el resto de los contextos.
El problema radica en el hecho de que el mismo acto de expresar una idea o un sentimiento disidente se ha vuelto algo impensable para muchos. Impensable porque el momento en que el aire de nuestros pulmones se convierte en una expresión que les suena a nuestros interlocutores lo más herético posible, se nos ve como una persona que no pertenece a ese grupo social. La polarización política y social tiene mucho que ver con esto, pero ese es otro tema digno de una publicación propia.
En fin, queremos pertenecer a una comunidad; somos seres sociales, querámoslo o no. Si bien la funa lleva a algunas personas a detenerse y pensar si lo que van a decir es realmente apropiado y valioso para la conversación, también ha servido para censurar ciertas interacciones que podrían ser muy valiosas y constructivas entre personas que no comparten una misma visión del mundo o postura política. Al César lo que es del César y a la funa lo que es de la funa.
Me gustó mucho este ensayo, la escritura es sencilla y la estructura del texto coherente, los argumentos no son forzados y fluyen en conjunto. En fin, más allá de halagar -lo que ya sabes- tu buena habilidad para escribir, el texto me dejo pensando.
Aunque si podríamos 'aprender de los errores', viendo como funan a otras personas. Los riesgos de no estar en linea con la moral del grupo mayoritario y por ende la posibilidad de ser funados, pueden ser peligrosas en contextos fundamentalistas, los cuales están en auge actualmente. Sin profundizar en eso, creo que mi mayor preocupación en tanto a la funa, es que depende de la moral del grupo que siente la autoridad (y el respaldo del grupo) para funar, aún cuando yo encajo dentro de esa moral, me preguntó ¿esto es lo justo? Aunque en algunos casos sea evidente, como en las situaciones de violencia. La mayoría de las funas, no son tan obvias.
Ahora leyendo mi comentario, considero que mi miedo alrededor de la funa consiste en estos juegos politicos y relativos de la/s moral/es. Finalmente, acepto recomendaciones (aiuda) sobre este tema porque confío que poder racionalizarlo me haría sentir mejor con este miedo.